jueves, abril 01, 2010



Una reflexión.

Negarse a soñar es un poco negarse a vivir, como pretender no mojarse en medio de un chaparrón.
Negar la esperanza o tratar de evitarla es no querer luchar, es como si quisíeramos dejar de respirar y no morir.
Negación. No aceptar la realidad, podrán decirme, obsesionarme inutilmente dirán otros; yo prefiero llamarlo: soñar. ¿Cuanto de malo puede haber en esto?
En este sentido, aceptar los actos y sus consecuencias puede ser la base para crecer, aprender y retomar.
¿Cuán grande es el daño?, no soy capaz de dimensionarlo, pero negarse a soñar sería como ocultarle la luz y privar del agua a mi flor, pretender que crezca brillante y llena de vida y color. Utopías, esfuerzos vanos, si soñar es verme en algún momento a tu lado, dejando atrás las huellas del pasado, me entrego a eso y no me niego, aún a riesgo de ser encasillado ante el mundo como un terco obstinado y un ciego más perdido en sus ansias de volver a volar.

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